viernes, agosto 29, 2008



Metida en mi castillo de piedra fría y dura

cerré todas las puertas, tapé las aberturas.

Llené mi fortaleza de bronca y de dolores

no atendiendo llamados, no permitiendo amores.

Y pasaba mi tiempo corriendo laberintos

no había día o noche, sólo oscuros recintos.

No lloraba, reía. Gritaba yo mis risas.

Rodaba por el suelo riendo mi desdicha.

Y corría y reía y nunca descansaba

Y no tenía destino mi corrida apurada.

Pero un día o una noche me sentí muy cansada

y en mi oscuro refugio quedé ciega y parada.

A tientas, tropezones, adiviné caminos

llegando hasta la puerta, tocando sus postigos.

Fue difícil abrirla, pesada y tan cerrada

y recuerden amigos, yo estaba muy cansada.

Despacio y con crujidos el portón fue cediendo

y el resplandor del día mis ojos dejó ardiendo.

Y salí al aire fresco respirando la Vida

ahogando en un estanque las penas que tenía.

Por cada pena ahogada emergía una flor

y así yo iba trocando por belleza el dolor.

Sin buscarlo hice algo que no pude por años

lloré muy despacito mis tristezas de antaño.

Afuera, reconozco, aún está nublado

pero si quiero el Sol sólo extiendo mis manos.

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sábado, agosto 16, 2008



Una vez tuve un novio.

Le gustaba madrugar.

Yo sólo me levanto temprano obligada por las circunstancias.

Nuestros fines de semana románticos eran así:

A primera hora me estaba despertando y me invitaba a ir a caminar.

Yo le decía entre sueños que fuera él sólo y luego me llamara.

Después de almorzar él quería dormir la siesta.

Pero dormir la siesta en el sentido extricto de la palabra.

Yo no tenía sueño y además no me gusta dormir la siesta.

Es más, nunca entendí a esas personas que critican a los que nos levantamos tarde cuando ellos, en lugar de la mañana se torran toda la tarde.

Luego salíamos a cenar, yo le proponía caminatas nocturnas a la luz de la luna o quedarnos conversando hasta la madrugada.

Pero él prefería dormir porque se había levantado temprano, claro, siempre se olvidaba de las horas vespertinas dormidas.

Un sábado me llamó por teléfono a las siete cuarenta y cinco de la mañana, cuando barbucé un "hola" me contestó con un "querarovosquetegustadormirhastatardeyunsábadoestásdespiertaaestahora
dedondevenís" y yo le contesté "estoydespiertaporquevosmedespertasteyvengodelquintosueño (hijjjjjodeputaaaaa)" lo que está entre paréntesis lo pensé mientras me dormía nuevamente.

Cuando me desperté horas más tarde entre la almohada y mi cara estaba el teléfono y seguramente en el éter pululaban las palabras que mi peor es nada me habrá contestado y que lamentablemente no pude escuchar porque ya les conté: no me despierto temprano salvo que sea extrictamente necesario.

Mi romance con el madrugador, caminador, siestero, antinoctámbulo, gruñon, terminó poco después y es el único ex que me odia según la opinión de una amiga.

No hay dudas que en este idilio hubo falta de comunicación, cuando uno dormía el otro estaba despierto. Cuestión de tiempos.

domingo, agosto 10, 2008

El lunes trabajé catorce horas.

El martes quince horas.

El miércoles dieciocho horas.

El jueves era el día D, aunque luego nos quedarían unas cuántas horas posteriores de trabajo pero ya con la tranquilidad del deber cumplido.

Ese día, después de siete horas de trabajo, en reunión cumbre, no soporté la prepotencia de alguien.

Y con clase pero con firmeza "le paré el carro".

Terminó la reunión, se cumplió con el proyecto y me retiré de la sala de reuniones para seguir con el laburo.

Al pasar por una oficina sentí una risa y un llamado.

¡Se me había roto el pantalón en la cola!

O shea: Cuando me retiré con mucha dignidad mostré mis partes pudientes a quien había "ubicado" delante de mucha gente.

Espero no estar ya en edad de que me miren el culo y así haber zafado.

( Mi hijo, que estaba en casa cuando llegué volando para cambiarme el pantalón, me dijo que no se notaba tanto y que el que se dio cuenta es porque me miró el traste con otras intenciones, pero claro, es opinión de vástago cuida).

lunes, agosto 04, 2008



"... Continuando luego nuestra derrota llegamos hasta los 34 grados y un tercio del polo Antártico, donde encontramos un río de agua dulce y hombres que se llaman caníbales y comen carne humana. Uno de ellos, de la estatura casi de un gigante, cuya voz parecía la de un toro, vino a bordo de la nave capitana para tranquilizar a sus compañeros. Mientras éste se hallaba a bordo los otros, temiendo que les hiciéramos daño, se alejaban de la orilla donde habitaban llevándose sus pertenencias tierra adentro. Viendo esto, saltamos a tierra cien hombres para tomar la lengua y poder hablarles, o sea tomar por la fuerza alguno. Huyeron, y al huir daban unos pasos tan desmesurados que nosotros, incluso saltando, no pudimos alcanzarlos.

Hay en este río siete islas. En la mayor de ellas, llamada cabo de Santa María, se encuentran piedras preciosas. Antes se pensaba que por aquí se pasaba al mar del Sur, es decir al mediodía, pero ello jamás fue descubierto. Ahora ya no es tampoco un cabo, sino un río cuya boca tiene 17 leguas. Por confiarse demasiado, en otras ocasiones fue devorado por estos caníbales un capitán español que se llamaba Juan de Solís y sesenta hombres, que venían a descubrir tierra como nosotros.

Prosiguiendo el mismo camino hacia el polo Antártico, sin alejarnos de la costa, fuimos a dar con dos islas llenas de ocadas y lobos marinos..."

"Noticias del Mundo Nuevo. Con ilustraciones de los países descubiertos. Descriptos por Antonio Pigafetta, Caballero de Rodas y Gentilhombre Vicentino."

Crónica marina de la primer vuelta al mundo ( Magallanes - Elcano)

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