Febrero en Uruguay es mes de fiestas paganas. El día dos a la noche me fui a la playa vestida de blanco, presencié las ceremonias con bailes en ronda y música de tambores en homenaje a Iemanjá, hice un pozo en la arena para que las velitas no se apagaran, me metí en el agua hasta la rodilla cuando todos daban sus ofrendas al mar. Yo no tenía barquito y me armé uno de papel con el folleto del pae numeacuerdoqué y el botecito flotó y se plegó a la escuadra más organizada. La noche era espectacular, no soplaba ni una brisa, el mar estaba bien calmo, a lo largo de la bahía se divisaban las luces de las velas prendidas en la costa. Los yates desfilaban despacito con el fondo de la isla iluminada y no se si eran parte de esos festejos o de los de La Virgen de la Candelaria que se desarrollaban en el puerto. Es que un dos de febrero Solís arribó a esta zona y bautizó a esta península como Puerto de La Candelaria. Y esta diosa de Iemanjá con su vestido largo y celeste seguramente sea la forma en que los negros esclavos muchos años después aceptaron a la virgen impuesta a la fuerza por los españoles. Y por estos días el carnaval y su candombe... chas ... chas... chas ... ¡ ChasChas! Borocotoborocotoborocotó!!! El ruido casi monótono de los tamboriles pero que caracteriza a cada comparsa que le da su cadencia particular. Y toda la actividad previa, las fogatitas en la calle para calentar las lonjas del chico y el repique y el cruce de personas con diversos disfraces pero todos con un significado: los cuerpos de baile, los grupos afro, la mama vieja, el gramillero y el escobero, las vedettes con su destaque, el bailarín y la cuerda de tambores. Herencia de los festejos de los esclavos africanos que se ha mantenido por los siglos y que son una forma de integración racial, donde los lubolos se confunden en un festejo que en sus inicios fue solo de la raza negra. Mi hija forma parte desde hace unos años de una de esas comparsas, comenzó tomando clases para tocar el tamboril y terminó saliendo en el cuerpo de baile. Todos los domingos del año tienen batea, salen por las calles del barrio en una especie de ensayo y en estos días desfilan en varias ciudades y aunque gasten las suelas de los zapatos con el baile y lastimen sus manos con los tamboriles, no aflojan, es un sentimiento y una fiesta más que popular. El lunes y el martes próximo son feriados por estos pagos y desde mañana comienza la seguidilla de desfiles. Si no aparezco por aquí es que estaré disfrutando de los festejos y moviendo las patitas al compás del chas - chas - chas - chaschas!