Recibo una llamada de mi socia consultándome sobre una documentación, le contesto que de ninguna manera puedo saber donde está ( hasta me siento ofendida de que me pregunte). Llego al estudio, le repito lo mismo. Ella ya piensa en algo sobrenatural, que duendes o seres de otra dimensión le escondieron los papeles. Tiene que solicitar todo de nuevo bajo mis recordatorios continuos sobre que los debe de haber dejado en otro lado y no recuerda ( cuando soy densa soy densa). Pasan unos días, ella soluciona todo, sola, y yo recibo una llamada de Montevideo. Es una persona a la cual le envié una documentación. Me dice que cuando la empezó a controlar encontró unos certificados y unas fotocopias que no corresponden a lo enviado. Cuando me dice lo que es me quiero morir pero largo una carcajada ( poco profesional lo mío). Siento la voz de mi socia preguntándome que me pasó. Voy a su despacho, preparo el clima y se lo cuento. También larga una carcajada. Estamos a mil con otro trabajo y quizás por eso optamos por la risa. Yo debería estar pidiéndole perdón y ella agarrándome de los pelos. Le prometo y le prometo que nunca más le negaré algo que me diga y en este momento que estoy escribiendo esto me doy cuenta que en ningún momento le pregunté si mi distracción le trajo gastos económicos lo que voy a solucionar llamándola de inmediato ( lo que se es que tuvo que cancelar una reunión hasta rehacer la documentación).

Se que necesito parar YA. Escuchar MAS. NO creerme tan omnipotente. Y fijarme BIEN en lo que meto en los sobres antes de enviarlos.