Días atrás tuve la demostración más desinteresada de amor de toda mi vida. Me arriesgo a decir que la única muestra de amor incondicional dada por un ser al que ni siquiera me ligan lazos consanguíneos. Su explicación ante su generoso gesto fue: "No puedo ser feliz si vos no lo sos". Que alguien, por primera vez en mis cuarenta y cinco años de vida, me ayude sin pedírselo y que no me pida algo a cambio es sinónimo de que yo cambié o estoy cambiando. Y que es necesario empezar a quererse para que los demás nos valoren con nuestros defectos y nuestras virtudes. De todos modos, todavía la ficha no me ha caído. Una amiga al enterarse me dijo que soy buena gente y alguna vez la vida se iba a tener que poner a mi favor. Yo creo que lo que la vida me dio es a ese hombre tan increíble que me quiere sin condiciones, que me ama dejándome en libertad para ser yo misma y que me da la seguridad de saber que él es así, sin vueltas y que cuando sorprende es para bien, como lo hizo la semana pasada.