El 5 de setiembre de 1972 un atentado terrorista en los juegos olímpicos de Munich, asesinó a los integrantes de la delegación israelí.
Un día de 1973, en la clase de catecismo de un colegio de Uruguay, un cura capuchino, el padre Carmelo, decía a sus alumnos de once años de edad, que lo ocurrido un año antes era un castigo de Dios hacia los judíos que no habían creído en Jesús.
Sentada en uno de los bancos, una niña pecosa y de dientes separados, escuchaba pero no compartía el adoctrinamiento del antipático sacerdote.
Veintiseis años después sigue recordando ese momento y el horrible hecho que motivó el espantoso comentario, del que no se había enterado en la inocencia de sus diez años pero que le quedó grabado un año después, en el aula de una escuela católica donde lo primero que debía escribirse al iniciar la tarea diaria, era: "Paz y Bien."